06 diciembre 2021

Carta abierta a mis amistades pasajeras

Estimados pasajeros (temporales y accidentales):

 

“Favor de asegurarse que lleva consigo todas sus pertenencias, traumas, taras y demás demonios ; la empresa no se hace responsables de ningún trastorno olvidado en nuestros vagones.  Favor de mantenerse sentado y cómodo durante el trayecto, puede que le toque alguna turbulencia de honestidad que llegase a causarle alguna molestia.  Mantenga sus manos, pies, lengua e ideas alejados de las ventanas de este transporte y úselos solamente en su propio espacio y tiempo.  Abróchese bien el cinturón, fájese el pantalón, agárrese bien, y “aguante vara”.  Ahora si, disfrute de su viaje y esperamos (o tal vez no) verlo de nuevo en este su transporte preferido”




 

Siempre me he imaginado mi vida en una línea , si no recta, en esas que te marcan en las líneas del transporte subterráneo, con una primera y una ultima estación.  Y de igual forma, la gente que te acompaña en alguno o varios momentos de tu vida, como los pasajeros.  Haciendo una analogía muy ruda de la idea de los tres tipos de amistad según Aristóteles, los pasajeros también se pueden repartir en esas tres categorías, o quizás hasta mas, pero nos limitamos a las que aquí confieren:  los pasajeros accidentales, los polizontes y los regulares, los que siempre están ahí, y estarán, hasta que terminen su viaje.  Y quizás, los que van con el tren hasta la ultima estación por el propio gusto de llegar al final de viaje, porque les gusta el transporte, o porque se les da la gana.

 

Ahora si mi estimado pasajero(a), rompo el turrón y te informo que esta carta abierta te va a reclamar varios puntos, sin importar si son validos o no, para mi lo son y con eso me basta.  Alguno de ustedes ha pagado boleto para subir, otros se metieron de polizontes y nunca nadie les cobro un cinco o les invito amablemente a abandonar el vagón, así que ahora simplemente te pasaremos la tarjetita, para que la leas a tu paso, a tu ritmo, sin que sientas que te la leyeron.

 

Y es aquí donde la analogía no checa muy bien, pues el metro es un transporte por el que pagas una cuota y te provee de un servicio, te lleva del punto A al punto B.  Una amistad es diferente, no debería de ser un servicio, un quid pro quo, pero muchas veces lo es, esta definido, pero bueno, de la misma manera nos acomodamos ya sea en las primeras bancas o hasta atrás, o donde haya lugar, inclusive parado, agarrado del tubo o como sea.

 

A ti que solo usaste el transporte como servicio, te doy las gracias por haberlo hecho, por haber tenido la confianza de otorgarme esa transacción de negocio, y de corazón te digo, espero haberte otorgado un servicio de calidad.  A ti, te doy gracias por tu sinceridad, porque al menos fuiste derecho; boleto-servicio, pago por viaje, quid pro quo.  A ti, amigo de la escuela que me ayudaste en algún examen, amigo del amigo de mi barrio que me ayudaste a completar el equipo de futbol o de beisbol o de lo que haya sido, o a ti amigo del ámbito laboral que de alguna manera te saque de un apuro con alguna fecha limite en el trabajo y lo remuneraste en alguna barra de mala muerte o en algún restaurante muy “popof”. 

 

Pero a ti, polizonte, aquel que se quiso meter y finalmente se metió de “a grapa” en el vagón, pero fingiendo ser de primera clase, pidiendo la champagne y el caviar como si te lo merecieras, y reclamando otros tantos servicios que sabias que ni siquiera te merecías, a ti, no me queda mas que mentarte la madre a la distancia disfrazado de un saludo efusivo cual beso de Judas.  Al menos yo cobre 30 monedas por un servicio, en cambio tu, tu te “fuiste rickis”.  

 

Y es que por mas estoico que me quiera mantener, no puedo evitar sentir dolor, coraje y demás gama de sentimientos.  Duele saberse usado de trampolín, solo para uno o varios favores usando la carta de la “amistad”; una amistad por conveniencia, al fin y al cabo así la definió pues Don Aristóteles.  Y no conforme con eso, te voltean la tortilla y se sienten con la autoridad moral de aplicarte el “ghosting”, y a tus espaldas despotrican de ti, les das “huevita”, cosa que fingían muy bien mientras te pedían el o los favores.  Pero saben como mantenerte ahí, en ese lugar, exigiendo el servicio, con esa cara de pasajero de primera clase, con la sonrisa y el guiño.  Y me pregunto, cual es el afán, que mas ganas? Si ya llegaste a tu destino, porque querer seguir ahí? Acaso te da tranquilidad de conciencia,?  Acaso quieres confesar o al menos aceptar tu falta, acercarte al primer vagón, pagar tu cuota y bajar?  Pero no es así, al final, regresar a tu lugar de primera clase, y si te llegas a bajar por voluntad, lo haces igual que como entraste, de polizonte, por la puerta trasera.

 

Y no soy hipócrita, estoy seguro que yo lo habré aplicado igual en mas de una ocasión, pero esta es mi ruta, este es mi vagón y ahora este es mi turno.  

 

Me duele el orgullo o es tal vez el ego, pero de igual forma me duele.  Me duele haberme creído parte de tu mundo, un mundo que ahora veo muy lejano, muy irreal, al que sé bien que no pertenezco, nunca pertenecí ni perteneceré jamás.  Al menos el viaje me sirvió para concientizarme de esto ultimo.  Un mundo en el nunca compartiremos una buena charla en algún café, mucho menos en la sala de tu suntuosa casa.  Consiente estoy de que jamás te volveré a ver.  Si no te bajaste ya del vagón, seguro el guardia ya se encargo de “invitarte a bajar”.

 

A pesar de todo esto que ahora despotrico, a ti, también te doy las gracias, porque no me fui en blanco y también me ayudaste a aprender algo, una lección quizás.  Entre mas me acerco a la estación final, mas hago recuento de las estaciones anteriores, y ahora ya checo quien entra y quien sale, quien paga y quien no, o al menos lo intento.  

 

Esto es todo estimado pasajero, para evitar seguir supurando hiel damos por terminada la misiva.  Solo nos queda agradecerle su preferencia, por cualquiera que haya sido su motivo.  Y a usted polizonte, solo esperamos que no le quede ni el suficiente tiempo ni la intención de volver a alcanzar de nuevo nuestro transporte en alguna de las estaciones de mas adelante; en ese caso, nos vamos a ver en la penosa necesidad de negarle el servicio, cerrarle la puerta en la nariz y aplicarle la típica frase “ya va lleno joven!”.

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21 abril 2021

Un piso “como el agua” y “destruyendo hoteles”

 

No sabia por donde empezar.  Después de mil videos instructivos en YouTube y de trazos mentales, empecé por el principio:  la esquina más alejada.

Y es aquí donde comenzó mi idilio con la música de ese par de flacos:  Charly y el Camarón.  

Comencé de esa manera ensamblando todo el piso de mi nueva casa; con mucho cuidado, como con mucho cariño mientras usaba el martillo de goma para terminar de unir perfectamente esas tablas, mientras Charly me contaba como pasaba el tiempo destruyendo hoteles. 

Me encontraba contando tablones y haciendo cálculos con las medidas, al mismo tiempo que descubría que Pedro Aznar participaba de “Tu Amor” con Charly García.  Al primero lo descubrí gracias a Filio, al segundo ya lo conocía de tiempo antes.  Luego me mortificaba el darme cuenta con la lentitud que mi obra se movía, pero me regocijaba escuchar que no voy en tren, voy en avión.  Es así como me decidía aventarme dos o tres hileras extras de tablones laminados, total, tenía muy buena compañía.

Y así fue durante todos esos días, durante todo ese proyecto, que cabe mencionar me dolió solo físicamente, sobre todo a mis maltrechas rodillas futboleras.  Porque a mi alma, a esa la alimentaba con toda esa nueva experiencia, esos colores artificiales de caoba, y esos olores de madera prensada.  Y esa música, esas letras que parecían darme un mensaje de esperanza cuando quise abandonar mi tarea en mas de una ocasión.  El dolor de mis rodillas parecía hacerle coro a las seguiriyas de Camarón.  Cuando llegaba “como el agua” a mis odios, mis manos buscaban la botella como por embrujo – hora de un break. 

Mis ropas “de talacha” toda maltrecha y maloliente me parecían muy ad hoc cuando escuchaba a Camarón decir que se partía su camisita.  Al menos la mía seguía en una sola pieza todavía.  Pero también tenia tiempo para maldecir mi suerte.  Gracias a ese trastorno obsesivo compulsivo que me hacía buscar la perfección en las uniones de los tablones y en las esquinas del piso, mis rodillas lloraban como el cante de Camarón.  Pero luego llegaba de nuevo Charly y me decía “rezo por vos”; no me quedaba otra que seguir en la labor.  Ni modo, “sin llorar” como decimos por acá.

Y así entre rola y rola termine el piso, completita quedo la casa y contentita quedo mi señora, o al menos eso creo.  Al final de cuentas salí ganando mucho, y me sentí afortunado.  Me ahorré montones de dinero en aventarme yo mismo la tarea a lo DIY, aprendí mucho de la instalación de los pisos laminados, el scrap (desperdicio) fue mínimo, mi casa estuvo mucho mas cerca de estar lista pero lo mejor, me hice fan de Charly García y de Camarón de la Isla.  Ahora cuando los escucho de nuevo, es imposible alejar de mis sentidos el olor de la madera falsa, el polvo, dolores de rodilla, pero también esa alegría de corazón, esa satisfacción de haber logrado algo con mis propias manos. ¡Win-win!

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10 marzo 2021

La cuarentena de Ser humano

Sentado escribiendo estas letras me doy cuenta de dos cosas.  La primera, que vuelvo a mi espacio, re vuelvo a mi ático, a ese lugar que nunca debí de haber abandonado y descuidado tanto.  Segundo, pronto cumpliré un año laborando desde casa.  Trescientos sesenta y pico de días donde tuve que acondicionar una oficina y acomodarme de la mejor manera posible entre el caos local, estudiantes de preparatoria y universidad y un loco disque resolviendo problemas tecnológicos.  Con todo y eso, me considero con mucha suerte.

Pero me pregunto ¿Qué hemos logrado con todo este encierro? ¿En realidad aprendimos algo mas que mantenernos sanos?  Todo ese distanciamiento social (la famosa Susana Distancia que hasta en la sopa te la encontrabas) , creo que nos jodió mucho más que el mismo bicho.  Ojo, no intento minimizar la pandemia ni las medidas sanitarias, solo pienso que, en el intento por mantenernos sanos físicamente, nos hemos enfermado espiritualmente.  Creo que muchas veces fue más una cuarentena de Ser humano.  Cualquier otro ser humano de mente libre y que estuviese despertando de un estado de coma en estos momentos nos diría algo así como – nos dividieron, y nos vencieron.  Y tendría mucha razón.  Ahora por las calles o lugares públicos, vemos cada vez mas enfrentamientos entre los que creen tener la razón, que si traes mascara, que si no traes, que el gobierno dijo, que todo es una farsa, que nos están dominando, etc.  Creo que todo el caos que apenas surge y el resto que se avecina le da la razón a esa teoría – nos dividieron y nos vencieron. 

“Saludo de gladiadores” me dice un amigo al cual me encuentro por la calle en estos tiempos mientras me ofrece chocar su antebrazo con el mío, muy al estilo romano o gladiador.  Al menos un saludo de perdida, un contacto indirecto.  Lejos estamos del beso en la mejilla tan clásico en México y en muchos lugares de Latinoamérica, Europa y el mundo.  Los Mexas somos querendones, abacho becho y apapacho.  Todo eso queda en la distancia, no muy lejana pero que se siente como si fuera cuento de abuelo.  Y ni que decir de las reuniones, fiestas y demás pretextos que usábamos para compartir un café, una cerveza y un chisme, una platica de lo que fuera, simple interacción.  Es por eso que afirmo que, dadas las circunstancias, nos aislamos y vencimos al bicho.  Pero ¿y qué hay de nosotros? ¿no sienten como que dejamos de ser humanos un poquito?  No sé por dónde leía que el ser humano dese que nace busca ese roce de una piel cálida, de su madre, de la enfermera, de quien sea que se apreste a ofrecérselo.  Es la naturaleza humana.  Por mas que despotriquemos del mundo y de sus pobladores, o que afirmemos que los pendejos son mas y nos rebasan, tarde o temprano necesitamos de alguna interacción humana, por indiferente que parezca.  Como cuando la tierra tiembla y la gente se junta para hacer cadenas humanas y mover escombros o llevar alimentos al necesitado.  De nuevo, no digo que haya sido malo el guardarse, al contrario, pero, temo que el precio que estamos pagando este siendo muy caro.  Y me temo que pagar la deuda va a durar mas que una hipoteca.

Siento que ahora nos tenemos miedo.  El simple acto de caminar por la calle, voy por la acera y veo a la distancia alguien que viene por la misma senda pero en sentido contrario, hacia mí.  Antes, ningún problema.  Ahora, ya nos vamos cambiando de acera en cuanto nos visualizamos.  Entiendo, mas vale de lejitos, mas vale la distancia, pero de nuevo, siento que perdemos algo de lo que nos hace humanos.  Imagínense ahora un evento masivo, concierto, evento deportivo donde podías hasta adivinar sin tanto esfuerzo lo que el fulano de enfrente había cenado esa noche.  Ahora, ni soñarlo.  Siento que mas que la precaución, nos gana el miedo, y ese miedo nos puede llevar a lugares muy oscuros.  Creo que a algunos ya los esta llevando, sacando lo peor de nosotros mismos en los momentos en que más nos necesitamos.

Solo espero que salgamos bien librados de esto, física y emocionalmente, pero sobre todo, humanamente. 

Es agradable volver a este espacio, a mi ático.  Un saludo y mis mejores deseos para cualquier despistado que todavía se atreva a visitar estos sitios arcaicos llamados blogs. ¡Saludo virtual de gladiadores! (sin necesidad de gel antiséptico)

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15 febrero 2019

Y sigue la mata dando, y la “humanidad” decepcionando


Y lo pongo entre comillas porque dude en calificarlos de humanidad.  Todos o algunos, a los que les caiga el saco.  Y sé que no todos son así, pero ¿será que nuestra misma naturaleza humana nos orilla a esas prácticas? A la puñalada trapera, a la mentira en exceso con fines de lucro, a la hipocresía, a la envidia, a la amistad falsa, sentimientos falsos y al aparente único propósito de aplastar a los demás si es que se cruzan en el camino del éxito.  La traición siempre ha existido, pero no nos acostumbramos a ella, sobre todo el que la recibe.  Duele siempre.  Y lo pueden atestiguar tanto vivos como muertos.



Y de nuevo culpo a mi eterno afán de pertenecer.  Ese maldito afán que todavía no puedo descifrar bien de donde viene, pero lo más importante, como lo puedo controlar, amaestrar, o mejor aún, eliminar para siempre.  Los humanos somos seres sociables por naturaleza… dicen por ahí.  ¿Sera que se sufre más solo que mal acompañado?  Lo dudo mucho.  Pero si es verdad que la interacción humana es muy necesaria y es hasta cierto punto muy sana para nuestro bienestar como sociedad, como seres humanos, emocionalmente y físicamente.



Pero de aquí se agarran algunos muy “jijos” para aprovecharse.  No se qué extraña satisfacción les da esto, pero alguna sensación gratificante les tiene que dar.  “Se aprovechan de mi nobleza”, de las carencias, traumas y necesidades del débil, de esa necesidad de sentirse amado, de pertenecer, de ser “cool”, de ese “tocuh”, aunque parezca casual.  Y llegan sigilosos, como víboras, y te dicen que comas del fruto prohibido.  Se dicen tus amigos, amantes, incondicionales, lo que sea que te suene bonito.  Te llevan a las nubes, y cuando más arriba estas.. ¡Pum! Pa’ bajo y de chingadazo.  El golpe al final de esa caída libre puede ser tan doloroso que acaba vidas enteras, aunque llegues a los noventa y tantos.



Ya no importa tanto lo que digan a tus espaldas, las invitaciones que nunca llegaron, las ofensas que nunca se dijeron de frente, los sobrenombres secreto a voces, las opiniones reales, la radiografía de tus errores.  Que importa, nada.  Lo único que importa es saber que nunca pertenecí, que sigo siendo el mismo rarete como aquel adolecente al que le gustaban las historias de la revista Duda, la historia y la música de tangos, el cubo rubik y mis inventos disparatados.  Pero bueno, ya está.  Nunca he pertenecido, ni perteneceré, nunca fui parte de nada, de ninguno de esos grupos o normas sociales establecidas.  Nunca los entendí, no sé porque siempre quise pertenecer.

Ahora me quedo conmigo mismo, como siempre debió ser, hasta el final….


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14 agosto 2018

Desolaciones, Volumen I



Trillado está el dicho o frase que trata de mandar el mensaje que en tus momentos más oscuros es cuando descubres con quien o quienes cuentas en realidad, quienes se quedan en las malas contigo y no solo en las buenas.  Estoy pasando por uno de esos momentos, de lo más oscuro que haya pasado, y sí, estoy descubriendo con quien cuento.  Y los puedo contar con los dedos de una mano, tal vez con la otra, pero al final de cuentas, son pocos.

No sé qué sea más duro, sentirte mal, de la rechingada, o sentirte solo, que tu suplica desesperada por afecto no es más que eso, una súplica desesperada, un grito en el desierto, una súplica por atención en un momento desesperado, de desolación, de abandono, de desahucio. 

Y no es el momento de juzgar a los demás, sobre todo a aquellos que fueron en su momento muy cercanos a ti, pero no lo puedes evitar, y quieres gritarles y reclamarles: Que bien, yo si estuve en tus peores momentos, ¿Lo Recuerdas? Una noche que parecía interminable en la que presté hombro, oídos y corazón para que desahogaras tus penas en “el peor momento de tu vida” como lo describiste, y yo si estuve al pie del cañón, en cambio, para ti, lo más fácil fue pegar la huida, porque nadie dijo que las broncas ajenas son fáciles, podrían ser más difíciles que las propias porque se enfoca uno demasiado y tal vez te dejas empapar; “broncas gratis” dirían en el barrio, pero ¿Sabes algo? Me duele, y me duele mucho, tal vez más que mis males físicos, estoy dolido, estoy jodido, me siento sin aliento y sin esperanza alguna en la humanidad, en los valores del amor y la amistad que queremos pregonar y a los que tantas veces le fallamos.  Sí, no somos perfectos, pero no deja de doler.

Tal vez una buena platica y un buen oído, sobre todo esa empatía que te hace sentir comprendido no sane un hueso o un tejido celular de tu cuerpo, pero si actúa como una compresa calientita para el alma, que tal vez sea la más necesitada e inclusive podría ser la clave para el comienzo de una sanación total e integral.  Eso tal vez sea lo que más necesita una persona en esas circunstancias, no es tanto el mal físico, sino la desolación y sensación de derrota que uno carga al ver todo negativo.  Eso es lo que extrañé.

Ahora estoy tratando de juntar las piezas, seguir tratamientos, lo que sea, hacer mi parte, porque la otra, yo no tengo el control, y quisiera una garantía, pero no existe; quisiera una seguridad, pero no la hay.  Solo hay palabras de aliento y solidaridad de aquellos que se la rifan y de alguna manera te quieren alivianar con unas palabras o simple compañía, simple solidaridad.  Y esas llegaron, en su debido momento, de gente que esperaba y también que no esperaba, y de los cercanos, que sabes que nunca te fallan, aunque no puedan hacer nada más por ti.  En fin… me duele, y mucho, pero esto es así.  Tu estas bien, yo estoy mal, así me toco ahora, por no sé cuánto tiempo más, pero como no tengo esa seguridad del futuro, hay que vivir el presente, día a día, mientras se pueda.  De cualquier forma, gracias por haberme dado la oportunidad de estar ahí cuando lo necesitaste, porque me di cuenta que yo también, dentro de todo mi ego, puedo ser solidario.
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